Cuando tu hijo se enfada y te rechaza, te dice no te vayas

Un hogar es un espacio donde interactuamos con otras personas con quienes fácilmente surgen conflictos que por muy desagradables que sean, son sumamente necesarios para mejorar la convivencia y fortalecer las relaciones.  Cuanto más estrechos son los vínculos  o lazos afectivos, más confianza existe y quizás por eso menos paciencia nos tenemos. Precisamente en nuestras interacciones se refleja nuestra capacidad para amar, para perdonar y para comunicar de forma emocionalmente más competente.  ¿Cuántas veces nos enfadamos y lo dejamos estar? Qué difícil es hablar de una situación tensa, ¿verdad? Si en un momento de descontrol se han dicho cosas dolorosas, frases hirientes o verdades sin filtro, ¿quién quiere volver a hablar de ello? Mejor tapar la caja, cerrar la puerta o apagar el fuego, no hablemos de ello, duele demasiado, duele tanto que es mejor enterrarlo o meter la cabeza debajo de la tierra como la avestruz, parece que si no veo, no hablo y no escucho, no existe, no duele, sigamos viviendo como si nada. Pero tu y yo sabemos que esto no queda congelado y la vida sigue, esto queda integrado en nuestra vida. 

Tenemos un cerebro tan sensible al dolor que hasta tiene mecanismos de autodefensa y nos protege con estrategias como la disociación o la evitación, literalmente una persona puede sentir que su mente está en otro lugar mientras su cuerpo sufre una agresión para no sufrirla tanto. ¿Te imaginas que tu cerebro te lleve a otro mundo donde no se siente dolor? Esto parece ciencia ficción pero es real y lo peor es que aunque parece que es algo positivo, solamente es positivo porque la experiencia que se está viviendo es traumática y tu cerebro te quiere proteger de ella.  

Para ser padre, solo hay que tener un hijo, pero para ejercer la paternidad hay que tener una mirada consciente.

Es inevitable que a veces nos enfademos con nuestros hijos y reaccionemos como hemos aprendido, es normal y hasta es entendible, las tensiones tienen que salir. Lo que no debe ser normalizado ni justificado, jamás de los jamases,  es que la violencia sea la única forma de hacerlo o la más habitual. Cuando se genera un clima familiar tenso cada uno tiende a protegerse, hay padres que se bloquean y dejan de hablar, otros siguen irritados el resto del día y quizás otros, los más habilidosos emocionalmente hablando. se recompongan con facilidad, si conoces padres así, observa cómo lo hacen, quizás aprendas de ello. En cualquier caso hay que entender que nuestra primera respuesta tiene que ver más con la inmadurez de nuestra infancia que con la madurez de nuestra adultez. Por eso nuestra segunda respuesta debe estar asociada a nuestro prefrontal activo en lugar de a nuestra amígdala activada.

Nuestra primera respuesta tiene que ver más con la inmadurez de nuestra infancia que con la madurez de nuestra adultez. Por eso nuestra segunda respuesta tiene que ver más con nuestro prefrontal activo que con nuestra amígdala activada.

Aunque me enfado, no te vayas

A continuación os pongo algunos ejemplos sencillos de lo que nuestros hijos pueden sentir y pensar, aunque no lo expresen así tal cual. Cuando tardamos mucho tiempo en recomponernos y nuestro enfado se alarga en el tiempo es muy probable que reaccionemos de una forma más impulsiva, primitiva y dañina para ellos. Te invito a ver el post completo en la cuenta de Instagram y si te gusta puedes dejarme un comentario para que lo tenga en cuenta al escribir otros post. 

  1. ¡NO TE VAYAS!
    Todavía no sé tranquilizarme sola, mi cerebro es muy inmaduro y cuando me enfado me descontrolo. Si te vas, no podré aprender a relajarme para poder pensar en mi reacción y valorar posibles soluciones. Si te quedas a mi lado, aprenderé contigo lo que necesito para regularme emocionalmente
  2. ¡NO ME DEJES LLORANDO!
    Dicen que los niños lloramos para manipular y que eso es una mala conducta que se tiene que corregir. Pero en realidad lloramos porque nos sentimos mal y no sabemos cómo tranquilizarnos por nuestros propios medios, nos comunicamos con el llanto que es lo primero que hicimos al nacer
  3. ¡NO ME ENCIERRES EN UN CUARTO!
    Cuando me dejas sola y a oscuras, no aprendo a portarme bien, aprendo a reprimir lo que siento para no volver a sentir tanto miedo encerrada. Pero ni aprendo a no llorar ni aprendo a portarme bien, aprendo que no soy digna del amor de otra persona.
  4. ¡NO ME HABLES GRITANDO!
    Cuando tu rostro cambia, mi emoción también. Cuando te enfadas no pienso en lo que me quieres enseñar, pienso en lo que me dejas de querer. Necesito sentir que me quieres, para entender lo que necesito aprender
  5. ¡NO ME DEJES DE HABLAR!
    Entiendo que si estás enfadada te tengas que tranquilizar, pero cuando me dejas de hablar durante mucho tiempo, mi cerebro empieza a inquietarse y creo que hay algo malo en mí con lo que no quieres conectar.
  6. ¡NO TE VAYAS SIN MÁS!
    A veces me enfado y te pego, no te quiero hacer daño, solo quiero decirte que estoy muy enfadado pero no sé expresarlo de otra manera para que tú lo entiendas bien. Estar tranquilo no me ayuda sino poder estar enfadado bien acompañado hasta que se me pase y pueda hablarlo.

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Leticia Garcés Larrea

Pedagoga por la Universidad de Navarra (2009). Integradora Social (2002). Postgrado en Educación Emocional y Bienestar en la Universidad de Barcelona (2016). Máster en Inteligencia Emocional (2017) y estudios de Neuroeducación (2018) en la UNED de Madrid. Psicología Positiva en el Instituto Europeo de Psicología Positiva (2019). Diplomado de Educación Emocional, Liderazgo y Bases del Coaching para el Desarrollo Integral en la Fundación Liderazgo Chile (2022).
En 2010 fundó el centro de orientación familiar Padres Formados, desde donde asesora a familias en crianza positiva e imparte formación a familias y profesionales en temas relacionados con la Educación Emocional y la Parentalidad Positiva, tanto presencial como online, a nivel nacional e internacional (Colombia y México entre otros países). También organiza eventos de Educación Emocional desde 2012 en Navarra (España).
Ha sido profesora en la Escuela de Inteligencia Emocional de la UNED Vitoria-Gasteiz, también en UNED TUDELA y profesora en el «Experto Universitario en Inteligencia Emocional » de la UNIR (La Universidad Internacional de La Rioja). Vivió y trabajó en centros de menores en Guatemala y coordinó proyectos de cooperación y educación (2002-2007). Es coautora de los cuentos y del disco “Emociónate” (2014), autora del libro “Padres Formados, hijos educados” (2017), de la guía descargable “Educar sin miedo” (2018) y del cuento «Dragombolo saca el bolo» (2020) para la gestión de la frustración.También es impulsora la campaña de sensibilización «Educar sin Miedo»