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Se puede educar con amor y sin expresar cariño

Quiero comenzar este post con una anécdota que he vivido recientemente. Hace unos días estaba en la pescadería, cuando me toca mi turno que espero pacientemente, le sonrío a la pescadera (aunque con mascarilla poca sonrisa vería) y amablemente le hago mi pedido, «Por favor, quiero dos doradas en filetes» y añado «sin cabeza ni cola, gracias» (no será la primera vez que me preguntan, ¿te pongo la cabeza para llevar?) a lo que ella me contesta en un tono seco y cortante «si tú me dices en «filetes» yo ya sé lo que tengo que hacer». Créeme, hace tiempo que no sentía unas palabras tan duras, pensé, ¿Qué he podido decir para que me conteste así? Voy a descartar, ¿el tono? no, he sido amable conscientemente, ¿la forma de pedirlo?, no, he sido clara. 

Por un momento me hice consciente de lo mal que me cayeron sus palabras, más que nada porque no me las esperaba, entonces llegué a la conclusión, «esto es suyo, ella es la que se siente mal». Más tarde, pensando en ello, relacioné esto con el Mansplaining que yo jamás he vivido la verdad, pero sí alguna conocida me ha contado su experiencia, su definición debe ser algo así, «explicar algo a alguien, especialmente un hombre a una mujer, de una manera como condescendiente o paternalista» 

¿Quizás esta mujer se sintió ofendida por decirle cómo quería que me preparase el pescado? ¿lo relacionó con decirle cómo hacer su trabajo? Lo más seguro es que así fuera. Lo que tengo claro es que todos podemos ofender y sentirnos ofendidos pero tenemos que hacer un ejercicio de autocrítica, ¿esa persona realmente quiere ofenderme? Es más fácil responder a esta pregunta cuando conocemos a la persona y podemos intuir sus intenciones pero en caso de no conocerla, creo que siempre es mejor pensar bien, «piensa bien y acertarás»

Practicar el buen trato es reaccionar al mal trato

Os he contado esta historia porque los adultos a veces reaccionamos desde nuestras «heridas de la infancia», vivimos muy a la defensiva y podemos sentir que todos tienen «malas intenciones». Vivir así te lleva a mal interpretar las intenciones de las personas o pensar que te quieren hacer daño. Y por supuesto que tenemos que  reaccionar ante el mal trato pero también promocionar el buen trato e  interpretar bien si lo que tienes delante es un enemigo o un amigo que no eres capaz de reconocer.

El otro día una madre me preguntaba qué hacer cuando estás presente en una situación incómoda o violenta, donde un adulto corrige con cierta dureza a su hijo  y no sabes cómo intervenir ni si hacerlo es lo correcto. Yo siempre digo lo mismo, hemos normalizado el «mal trato» y tenemos que promocionar el «buen trato» pero cómo hacerlo también es importante porque corregir con violencia un acto violento no mejora nada.

Si observas que una madre o padre está corrigiendo a su hijo de una forma poco afectiva, piensa que quien necesita sentir calma, afecto y confianza en ese momento es la propia madre, ayúdala a ella, apórtale algo de calma, sonríele para que baje sus niveles de cortisol, hazle un comentario esperanzador de tipo «seguro que hoy de esto aprendemos todos» o intenta cambiar el tema cuando crees que ya se ha hablado lo suficiente.

Practica lo que beneficia el desarrollo emocional

Aquí os pongo unos ejemplos sencillos de qué acciones se pueden practicar para favorecer el desarrollo emocional de nuestros hijos e hijas y evitar que lleguen a la edad adulta necesitando protegerse continuamente de ataques que no son reales, porque, ¿sabías que el cerebro sufre más por lo que imagina que por lo que le sucede?

  1. Admira la gran capacidad que tiene tu hijo para aprender y sigue enseñándole lo mismo las veces que haga falta hasta que lo sepa hacer casi sin esfuerzo.
  2. Valora positivamente las veces que tu hijo intenta saltarse la norma porque es una gran oportunidad para que experimente nuevamente tu límite con amor y firmeza.
  3. No seas parte de una conversación donde se critica duramente el comportamiento de un niño. Haz comentarios que transmitan esperanza.
  4. No te rías de un comentario que expone públicamente el error de un niño, a veces somos cómplices de la normalización de un trato poco afectivo.
  5. No hables de las calificaciones de tu hijo delante de otras personas sin su aprobación, tanto si son resultados positivos como mejorables.
  6. No mientas a tu hijo «con buena intención» porque la confianza es la base para que cualquier relación prospere. Necesitan confiar en nosotros.

Por otro lado, os pongo unos ejemplos de frases que aunque se dicen sin intención de dañar, pueden hacerlo y poner atención en lo que generamos mientras su personalidad se está desarrollando es necesario: 

  1. ¡Eres muy mayor para hacerte pis en la cama!
  2. ¡Diles a los abuelos lo mal que te has portado!
  3. ¡Mañana le dices a tu profesora por qué no has querido estudiar!
  4. ¡A veces no te soporto!
  5. ¡Como te hagas pis encima se van a reír de ti!
    .

El amor se tiene, el cariño se siente

Por último, quiero mostrar algunas frases que nos permiten ver claramente la diferencia entre «tener amor» y «sentir amor». Somos padres y madres que amamos a nuestros hijos aunque no siempre nos sintamos bien y eso nos impida poner límites con cariño pero el amor siempre lo tenemos. 

 

  1. El cariño se siente cuando estás bien, en calma y tranquila pero el amor es algo que aunque no siempre se siente, siempre se tiene
  2. El cariño se cultiva con el autocuidado, si eliges estar bien y apostar por tu bienestar emocional, será más fácil estar presente y ser paciente.
  3. Para cuidar hay que cuidarse o dejarse cuidar. El amor que damos no siempre lo sentimos, la tristeza no tiene forma de sonrisa pero amamos aún sin ella.
  4. Educar con amor es mostrar firmeza y aunque no siempre es posible hacerlo con cariño, sigue siendo amor que cuida y protege.
  5. Los hijos están bien cuando nosotros estamos bien, están mejor cuando nos ven conectados emocionalmente. Intentarlo es casi lograrlo.

Hay algo que me suelen decir mucho en asesoramiento «ya sé que no debería gritarle» o «soy consciente de que la culpa es mía y quien tiene que cambiar soy yo». Déjame decirte que educar es «no dejar de intentarlo todo hasta el final» pero no de forma improvisada sino con unos principios de parentalidad positiva que educan el carácter respetando la personalidad de cada uno.

Pero sí tenemos que tener presente que quien tiene que promover los cambios es quien más capacidad tiene y en este caso, tú que eres su referente, con todo lo que sabes, has aprendido y te ha tocado luchar en esta vida, eres la candidata perfecta para ayudar a tu hijo a construir los mejores recuerdos de su infancia. Sé que a veces te sientes culpable, pero no es tan negativo, significa que no estás satisfecha con tu actuación y que sabes que lo puedes hacer mejor, esto habla de tu inconformismo, tu capacidad de mejora, tu persistencia, ¡vaya, que estás llena de talentos y tú pensando que eras una «mala madre»!

10º Congreso Educación Emocional

26 y 27 de marzo 2022

Leticia Garcés Larrea

Leticia Garcés Larrea

Pedagoga por la Universidad de Navarra (2009). Integradora Social (2002). Postgrado en Educación Emocional y Bienestar en la Universidad de Barcelona (2016). Máster en Inteligencia Emocional (2017) y estudios de Neuroeducación (2018) en la UNED de Madrid. Psicología Positiva en el Instituto Europeo de Psicología Positiva (2019). Diplomado de Educación Emocional, Liderazgo y Bases del Coaching para el Desarrollo Integral en la Fundación Liderazgo Chile (2022).
En 2010 fundó el centro de orientación familiar Padres Formados, desde donde asesora a familias en crianza positiva e imparte formación a familias y profesionales en temas relacionados con la Educación Emocional y la Parentalidad Positiva, tanto presencial como online, a nivel nacional e internacional (Colombia y México entre otros países). También organiza eventos de Educación Emocional desde 2012 en Navarra (España).
Ha sido profesora en la Escuela de Inteligencia Emocional de la UNED Vitoria-Gasteiz, también en UNED TUDELA y profesora en el «Experto Universitario en Inteligencia Emocional » de la UNIR (La Universidad Internacional de La Rioja). Vivió y trabajó en centros de menores en Guatemala y coordinó proyectos de cooperación y educación (2002-2007). Es coautora de los cuentos y del disco “Emociónate” (2014), autora del libro “Padres Formados, hijos educados” (2017), de la guía descargable “Educar sin miedo” (2018) y del cuento «Dragombolo saca el bolo» (2020) para la gestión de la frustración.También es impulsora la campaña de sensibilización «Educar sin Miedo»