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Castigo, consecuencia lógica o aprendizaje por experiencia

Me pasaron hace unos días una grabación casera de dos niños de unos 10 años que a pesar de que parece un montaje, muy bueno por cierto, el vídeo me pareció muy interesante para lanzar por Facebook, dentro de la campaña #educarsinmiedo un ejercicio de reflexión y participación.

En el vídeo se ve como los dos niños quieren demostrar su gran habilidad para  quitar un mantel de la mesa, sin que se caiga ningún plato o vaso colocados sobre ella, lo cierto es que lo consiguen, pero también acaban tirando el mueble del salón, con libros, objetos y hasta la televisión, quedando atrapado supuestamente debajo del mueble uno de los niños. Si no conseguís imaginar la situación con esta breve descripción, os invito a ver el vídeo.

La reflexión que lancé por redes sociales fue la siguiente, ¿cómo responderíais a esta situación? ¿qué castigo, consecuencia lógica o sanción aplicarías en caso de aplicar alguna? La verdad es que fue muy interesante leer y seguir cada uno de los comentarios que se hicieron, te invito a leerlos cuando puedas, simplemente me dediqué a agradecer algunas aportaciones, dar a “Me gusta” a otras, qué menos, y generar nuevos interrogantes.

Mi reflexión, que es mucho más que mi opinión

Con este post os presento la segunda parte del ejercicio, comparto con quien me quiera leer, mi reflexión, que es mucho más que mi opinión:

El siguiente texto lo he extraído de mi libro “Padres Formados, hijos educados” para introducir mi reflexión:

La educación al ser un proceso, un camino, pero no  único, permite muchas formas de hacer, lo único en lo que tenemos que coincidir todos es que la educación que impartimos no puede dañar, asustar, reprimir ni violentar. Debe potenciar a la persona, realzarla y fortalecerla, sin pretender cambiar la forma de ser del menor, su personalidad.

Las consecuencias negativas las usamos como una forma de afianzar un aprendizaje pero no siempre son necesarias y menos si no se usan poniendo conciencia en la emoción generada en el adulto, si no se regula la propia emoción, no se elige el momento y el menor no está receptivo, puede afectar negativamente la relación con el adulto porque:

  • Si se basa en el miedo crea rebeldía en el niño
  • Puede incrementar el comportamiento inadecuado que se pretende eliminar
  • Al no motivar, no consigue que el niño se porte mejor aunque sea efectiva a corto plazo
  • No siempre enseña, solo controla la conducta del niño temporalmente
  • Hacer que pague por una conducta pasada puede dañar la autoestima si las formas no son afectuosas

Leyendo los comentarios de la publicación en Facebook, había algo en lo que coincidían la mayoría de las personas, es un accidente, no hay mala intención, estas cosas pasan, hay que fijar mejor el mueble del salón a la pared para que no caiga, los adultos tienen que hacer que el espacio en el que los niños y niñas juegan sea seguro, solo son niños experimentando, estas cosas pasan aunque a veces se quieren evitar pero no siempre es posible, etc. Como veis os he ido leyendo muy atentamente a todos, gracias por enriquecer este ejercicio.

Los accidentes no se sancionan

Hay algo que al parecer tenemos claro la mayoría, los accidentes no se sancionan, solo se atiende a los niños, miramos por su integridad física, les abrazamos para ayudarles a calmarse y en todo caso, una vez que ha pasado la tormenta, hablamos con ellos para que sean conscientes de sus acciones, afortunadamente no ha pasado nada grave porque lo material es recuperable, sus vidas son más importantes aunque podía haber pasado una tragedia y ya de paso, si ayudan a recoger o a reponer algunos de los objetos rotos, mejor que mejor. Esto se resume de la siguiente manera, se atiende a los niños, se dialoga con ellos y se les involucra en la restitución de los objetos materiales dañados, hay que responder con responsabilidad, cada uno su parte, el adulto también tendrá que hacer una lectura de cómo podía haber evitado esta tragedia de la que guardarán posiblemente una anécdota divertida para contar, después del susto espero que se hayan reído todos un buen rato, estas cosas no pasan todos los días.

Pero, ¿y si no es un accidente?

Y si, no es sin querer, si no hay excusas que valgan, ricemos más el rizo, no tienen ni tan siquiera permiso para usar el móvil, han aprovechado que los padres no estaban en casa para hacer su gran azaña sabiendo que están advertidos de que tienen que consultar o como mínimo informar de lo que quieren hacer. En este caso, ¿si merecerían un castigo? Si pudierais comentar esta pregunta como la anterior, es probable que habría todo tipo de respuestas y variadas, los que están a favor del castigo podrían decir, “ se merecen un castigo bien grande y ejemplar para que se les quite las ganas de volverlo a repetirlo”, los que están en contra del castigo dirían algo como “yo aplicaría consecuencias lógicas, que recojan lo que han tirado, la consecuencia tiene que guardar relación con la acción y no tiene por qué ser inmediata” otros dirían, “yo la verdad no sé qué haría, solo sé que me enfadaría mucho, gritaría y luego los abrazaría”.  Estas solo son tres posibles respuestas, porque sé que estarían mucho mejor argumentadas, pero para hacernos una idea de la situación, nos sirven.

Me gustaría dejar claro que en este post no tengo intenciones de posicionarme, sé que los que me conocéis diréis, “eso no es nuevo, nunca lo haces”, es posible, me gusta generar reflexión para que cada uno tome sus propias decisiones, no decir tanto cómo tiene que actuar cada padre o madre con su hijo o hija, porque las pautas tienen que estar basadas en unos principios de educación emocional y respeto, si estos pilares los tenemos claros, no habrá que decirle a ningún padre que no está bien gritar a su hijo, por ejemplo,  sencillamente ese padre tendrá claro que así no quiere tratar a su prole más preciada y segundo, el día que no consiga regularse y grite, sabrá que le conviene restituir el vínculo afectivo con sus hijos pues el mensaje que debe quedar grabado en ellos es “hijos, siento como os he hecho sentir, no he sido capaz de gestionarme mejor, no estoy satisfecho con la manera que os he tratado, sabéis que no os merecéis este tipo de trato pero todavía tengo mucho que aprender”, como diría Antonio Machado, “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”

¿Merece un castigo porque claramente no es un accidente?

Si todavía sigues conmigo, vayamos a la pregunta, en caso de existir intención en el niño, si lo ha hecho queriendo y si sabiendo que no debía, lo ha hecho igualmente, ¿entonces si merece un castigo porque claramente no es un accidente?

Los menores están en un continuo desarrollo, necesitan aprender y adquirir distintas competencias emocionales para identificar lo que sienten y regular la intensidad de las emociones y  así tomar decisiones responsables, por lo tanto, cuando demuestran que éstas competencias no han predominado en el tipo de decisiones que han tomado, necesitan ser conscientes de las consecuencias de sus actos y por supuesto ser parte de la reparación, a esto le llamamos consecuencia lógica que lo diferenciamos del castigo por la coherencia que guarda con la acción, buscamos siempre consecuencias que conviertan una situación en una oportunidad para aprender, que lo que guarden en su memoria implícita, en su inconsciente,  sean sobre todo dos cosas, un momento y una emoción sentida, es decir, el incidente sumado a como el adulto le hizo sentir en ese momento pese a que tuvo que colaborar de alguna manera para reparar.  Resumido en una gran frase sería  “Las personas olvidarán lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca olvidarán cómo les hiciste sentir” de Maya Angelou

El castigo generalmente se diferencia de la consecuencia lógica por ser impulsivo, desmedido y sin regulación emocional por parte del adulto, tiene mucha urgencia por enseñarle al niño que se ha portado mal al mismo tiempo que permite al adulto desahogar el enfado acumulado, guarda poca coherencia con el incidente y suele generar miedo. La consecuencia lógica no tiene tanta prisa en llevarse a cabo, no tiene por qué ser inmediata, no pretende enseñar nada, sabe de sobra que esos incidentes se van a seguir produciendo, pero sí quiere darle al menor la oportunidad de que se involucre en algo justo y responsable, devolver la forma de lo que ha sido deformado.

El castigo no enseña lo que el menor necesita aprender

La reflexión que os invito a hacer es que tanto si el incidente producido es claramente un accidente como si sospechamos que ha sido intencionado, el castigo tal  y como lo he descrito (impulsivo, inmediato, desmedido y sin regulación emocional por parte del adulto) aunque es efectivo por el impacto emocional negativo que genera, no enseña lo que el menor necesita aprender entre otras cuestiones, competencias emocionales como regular la emoción de la alegría cuando tiene mucha curiosidad por experimentar algo o la paciencia ya que tiene que esperar a que sus padres estén en casa para preguntar si puede hacer algo creativo que se le ha ocurrido pero que conlleva cierto riesgo, etc.

Por terminar con broche de oro, la clave la tenemos en el título de la reflexión “Castigo, consecuencia lógica o aprendizaje por experiencia”.  Los ingredientes son los mismos para todos, la comunicación, la observación, las pautas, los límites y el reconocimiento positivo, por poner algunos, en manos de unos lo que sale es un castigo, en manos de otros una consecuencia lógica pero que puede tomar forma de castigo si los pilares de la educación respetuosa no se mantienen firmes, podemos cambiar la palabra consecuencia por castigo pero el fondo seguir siendo el mismo, el fin es enseñar a los niños como tienen que comportarse la próxima vez. Y finalmente tenemos a quien es capaz de convertir un accidente o situación, tanto si es queriendo como sin querer, la intención no debería de marcar la diferencia cuando se trata de educar, en una experiencia de aprendizaje. En esta tercera opción entramos todos, quizás nos ha sobrepasado la situación y hemos acabado castigando, he oído a más de uno y quizás yo lo he podido pensar en alguna situación límite también “tanta educación emocional me está volviendo loca”, una vez que te calmas, lo ves todo diferente y eres capaz de recapitular, lo que empezó siendo un castigo ha terminado en una experiencia de aprendizaje.

Aférrate a los principios de la educación respetuosa, no a métodos educativos

Por eso os animo a que solo os aferréis a los principio de una educación respetuosa que están basados en el amor incondicional, “te quiero independientemente de cómo te comportes”, la confianza, “sé que eres una planta que tiene que crecer y yo regar”, y el respeto, “no te dañaría por nada del mundo y si lo hago, buscaré repararlo”.

Cuando nos posicionamos en métodos educativos “yo estoy en contra de y a favor de”, corrientes educacionales “yo sigo a…” o ideas de expertos sin que nos transformen por dentro, solo acabamos enfrentándonos unos a otros y la realidad es que necesitamos un mundo con personas emocionalmente maduras, quizás nosotros tardemos años en lograrlo pero nuestros hijos e hijas probablemente lo consigan antes si nos dedicamos a regar las semillas que queremos que crezcan en ellos.

Para los que quieran profundizar en estos temas, pueden visitar la plataforma online: http://formacion.padresformados.es/

Leticia Garcés Larrea

Leticia Garcés Larrea

Pedagoga por la Universidad de Navarra (2009). Integradora Social (2002). Postgrado en Educación Emocional y Bienestar en la Universidad de Barcelona (2016). Máster en Inteligencia Emocional (2017) y estudios de Neuroeducación (2018) en la UNED de Madrid. Psicología Positiva en el Instituto Europeo de Psicología Positiva (2019). Diplomado de Educación Emocional, Liderazgo y Bases del Coaching para el Desarrollo Integral en la Fundación Liderazgo Chile (2022).
En 2010 fundó el centro de orientación familiar Padres Formados, desde donde asesora a familias en crianza positiva e imparte formación a familias y profesionales en temas relacionados con la Educación Emocional y la Parentalidad Positiva, tanto presencial como online, a nivel nacional e internacional (Colombia y México entre otros países). También organiza eventos de Educación Emocional desde 2012 en Navarra (España).
Ha sido profesora en la Escuela de Inteligencia Emocional de la UNED Vitoria-Gasteiz, también en UNED TUDELA y profesora en el «Experto Universitario en Inteligencia Emocional » de la UNIR (La Universidad Internacional de La Rioja). Vivió y trabajó en centros de menores en Guatemala y coordinó proyectos de cooperación y educación (2002-2007). Es coautora de los cuentos y del disco “Emociónate” (2014), autora del libro “Padres Formados, hijos educados” (2017), de la guía descargable “Educar sin miedo” (2018) y del cuento «Dragombolo saca el bolo» (2020) para la gestión de la frustración.También es impulsora la campaña de sensibilización «Educar sin Miedo»