Artículo escrito por Roberto Hernández para el blog de Padres Formados
Hoy en día, el liderazgo de los padres en la familia suele ser un tema poco recurrente y al que no se le suele dar mucha importancia. Cuando se habla de un liderazgo parental no se está hablando de control, imposición o autoritarismo (términos con los que usualmente un líder se suele relacionar). Durante años, el concepto de liderazgo en el ámbito familiar, se ha relacionado erróneamente con mandar, exigir obediencia o ejercer poder en los hijos. El liderazgo ha evolucionado y lo que observamos desde la parentalidad positiva, y de lo que sabemos gracias a la neurociencia, es que el liderazgo parental consciente tiene que ver con guiar, sostener y acompañar a los niños y adolescentes en su desarrollo emocional.
De esta manera, cuando el liderazgo de los padres en la familia se aplica de manera correcta, se da seguridad, coherencia y límites claros que ayudan al crecimiento emocional de los niños y adolescentes. El liderazgo parental no se trata de obligar a “obedecer la jerarquía” sino de una responsabilidad adulta que guíe y que al mismo tiempo, cuide y refuerza el vínculo padres-hijos
¿Qué entendemos por liderazgo de los padres en la familia?
El liderazgo de los padres en la familia, como su nombre lo dice, es asumir un rol de presencia y conciencia sin ocupar la posición de autoritarismo ni superioridad. El liderazgo de un padre debe de ir más enfocado a la responsabilidad, asumiendo que sus hijos, como todos nosotros, pasan por un momento de evolución. Es por ello que el liderazgo debe orientar, especialmente en situaciones intensas, conflictos o situaciones que los pequeños no saben gestionar.
Liderar, en este enfoque, no es decidir por el hijo en todo, sino convertirse en una referencia estable desde la cual él pueda desarrollarse con seguridad. Un liderazgo sano no elimina el malestar, pero tampoco lo ignora; lo acompaña, lo sostiene y lo convierte en una oportunidad de aprendizaje emocional. Usando este enfoque, el liderazgo se ejerce más desde el “estar” que desde el “mandar”. Para comprender por qué esto es tan necesario, conviene saber lo que la neurociencia nos dice al respecto.
Liderazgo parental y neurociencia: una relación fundamentada
Para aprender a usar el liderazgo de manera adecuada y acompañar a los hijos en este camino debemos de entender primero cómo funciona el cerebro. El cerebro infantil y adolescente se encuentra en “constante transformación”. Ello implica que, en estas etapas, las áreas que regulan impulsos y ayudan a tomar decisiones responsables están en construcción.
En esta etapa de la vida, un niño no puede autorregularse de forma consciente porque su sistema de control interno todavía no está maduro. Por esta razón, necesitan lo que podríamos llamar “un cerebro prestado”. Los padres son los que deben de liderar en esos momentos difíciles ofreciendo calma, estructura y dirección cuando los peques “se desbordan”. A este proceso se le llama co-regulación y consiste, en pocas palabras, en calmar el sistema nervioso del niño con uno adulto que se regula, y regula el de los demás, por la experiencia y aprendizaje ya adquirido. Con el tiempo, esa experiencia repetida va construyendo la capacidad de autorregulación en los niños y adolescentes.
Y aquí aparece una idea clave: si el liderazgo es sostén emocional, entonces tiene que diferenciarse claramente del control.
Liderar no es controlar: de la obediencia al aprendizaje
No debemos confundir el liderazgo con el control. El control busca obediencia inmediata, en muchos casos, a través del miedo. El liderazgo consciente busca y logra un aprendizaje profundo.
Cuando un adulto educa desde el miedo (amenazas, gritos, castigos humillantes), el cerebro del niño entra en modo supervivencia. En ese estado puede haber sumisión o explosión, pero el aprendizaje real se bloquea. Recordemos siempre que la conducta puede cambiar por presión, pero esto no hace que se interiorice.
Es muy diferente, cuando el adulto enseña desde la calma, el niño puede sentirse seguro incluso mientras se equivoca. Y un niño que se siente seguro es un niño que puede aprender y de eso se trata el liderazgo. Ahora bien: este liderazgo sereno no se demuestra en los discursos, sino en un punto muy concreto donde muchas familias se sienten perdidas: los límites.
Límites y liderazgo: sostener sin ceder (y sin desconectar)
Usamos la palabra sostener no sólo para educar. “Sostener” nombra el micro-momento donde se ve el liderazgo: justo cuando aparece el conflicto y el adulto tiene que decidir si:
- cede por evitar malestar, o
- impone desde la rabia, o
- sostiene con firmeza y empatía.
Debemos de aclarar que no hay liderazgo, de cualquier tipo y en cualquier ámbito, sin el establecimiento de límites. Los padres que lideran deben de entender que el límite no es un castigo, es una “estructura emocional”. Cuando hablamos de estructura emocional no estamos hablando de algo teórico o metafórico sin base. Hablamos de cómo el cerebro y el sistema nervioso del niño se organiza y se moldea gracias a la repetición de límites claros y coherentes. Esto ayuda a los hijos a anticipar, comprender y sentirse protegidos.
El límite saludable tiene dos partes inseparables:
- La firmeza: el adulto decide y sostiene una norma clara.
- El vínculo: el adulto acompaña la emoción que aparece cuando esa norma frustra.
Por lo general, aquí es donde está el verdadero desafío: cuando el hijo se enfada, protesta o llora, nosotros como adultos podemos sentir culpa o agotamiento y terminar cediendo… Caso contrario, muchos adultos, en el otro extremo, se endurecen y se desconectan emocionalmente.
Liderar también consiste en aprender a permanecer y estar en control constante. Podemos ayudar a los niños con un “Entiendo que esto te enfade, y aun así el límite se mantiene”. El objetivo final no es evitar una confrontación o una emoción, sino enseñar a transitarla a una experiencia grata y de aprendizaje.
Y si esto ya es un reto con niños pequeños, el siguiente paso lógico es preguntarse Qué ocurre cuando crecen y entran en una etapa donde el límite se pone a prueba de forma natural?
Liderazgo de los padres en la adolescencia: el mismo sostén, con otra forma
La adolescencia es, posiblemente, una de las etapas más complicadas para muchos padres de familia. Un buen liderazgo es aquel que se da y se mantiene sobre el tiempo y también debe de estar presente en la adolescencia. No del mismo modo y forma que el que se le da a un niño. Cuando los hijos son pequeños, el liderazgo debe ser más “directivo” (tipo guía externa, de rutinas y con ciertas instrucciones concretas). En la adolescencia el objetivo ya es otro. El objetivo aquí es ayudarles a construir su autonomía siempre dentro de un marco seguro.
En esta etapa conviene reducir el “microcontrol” y aumentar la presencia disponible. Esto, llevado a la práctica consiste en menos indicaciones constantes y más conversaciones que enseñen criterio, responsabilidad y toma de decisiones. El objetivo es seguir siendo una referencia estable que sostiene límites esenciales —sobre seguridad, respeto y responsabilidades— sin entrar en luchas de poder. En lugar de “mandar”, el liderazgo se expresa más como una influencia consciente: Un vínculo con coherencia y acuerdos claros en el cual existan consecuencias consistentes que el adolescente pueda comprender e interiorizar.
El liderazgo en esta etapa se nota cuando el adulto:
- no se retira por miedo al conflicto,
- no invade por miedo a perder el control,
- y sigue ahí, con coherencia, incluso cuando la comunicación es difícil.
Ahora bien, sostener límites y presencia en la adolescencia (y antes) requiere una base que muchas veces se olvida: el estado emocional del propio adulto. Nadie nace sabiéndolo todo y es posible que cuando hablamos de liderazgo para padres muchas personas puedan reconocer su falta de conocimiento al respecto. Pero es más normal de lo que muchos piensan y es por ello conveniente trabajar en nosotros mismos.
El autoliderazgo del adulto: el origen del liderazgo familiar
No se puede enseñar a los demás algo que no sabemos como hacer. Para liderar a los demás primero debemos de aprender a liderarnos a nosotros mismos y a través de ello, tomar acciones de manera consciente. El liderazgo de los padres en la familia nace del autoconocimiento. Es conveniente aprender y reconocer “me dispara”, qué patrones repito, qué ideas heredé sobre educación y qué emociones me cuesta sostener.
Cuando un adulto se conoce, puede responder de manera adecuada en lugar de reaccionar y hacer que la situación se vuelva más delicada. El autoconocimiento puede frenar el impulso de gritar, amenazar o ceder por agotamiento. Gracias a ello se puede mantener límites sin desconectarse emocionalmente.
Educar desde la conciencia no sólo transforma a los hijos, transforma también al adulto que educa. Y esa transformación realmente es lo que hace posible un liderazgo familiar más sereno y más sólido. Hay personas a las que este tema se les facilitará de sobremanera pero no todo el mundo es igual. La recomendación es siempre acudir con expertos en liderazgo para aprender a ejercer de manera consciente. Existen diferentes actividades formativas de liderazgo online que nos pueden ayudar a formarnos y a educar de manera más consciente. Esto ayudará a nuestro entorno familiar al mismo tiempo que al personal y profesional.
Educar desde el liderazgo es educar desde el vínculo
Para finalizar es indispensable destacar que el liderazgo de los padres en la familia no busca solo hijos obedientes, sino hijos emocionalmente competentes. No se trata de controlar conductas, sino de acompañar en cada proceso de manera adecuada. Los niños y adolescentes no necesitan padres perfectos, sino adultos presentes, coherentes y emocionalmente disponibles: capaces de guiar con firmeza y cariño, entendiendo el desarrollo cerebral y respetando el vínculo. Porque liderar en la familia es, en esencia, educar con conciencia, humanidad y responsabilidad emocional.
Artículo escrito por Roberto Hernández para el blog de Padres Formados


