Aprovechando la estancia en Pamplona de Anna Forés Miravalles, profesora de la Facultad de Educación de la Universitat de Barcelona, y de Raquel Flores Buils, profesora titular del área de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad Jaume I, invitadas por la Universidad Pública de Navarra desde la Cátedra Aprender-Ikai del Instituto I-COMMUNITAS para participar en la jornada “Escuelas de resiliencia: retos docentes y oportunidades de crecimiento” las he invitado a mi centro Padres Formados para entrevistarlas sobre diversos temas relacionados con la resiliencia, la neurociencia y la educación emocional, ámbitos en los que ambas son referentes y reconocidas investigadoras
Estilo educativo que favorece la resiliencia
Raquel Flores Buils nos ha explicado que la resiliencia no es algo que somos, sino un estado en el que podemos estar o no. El estilo educativo que más favorece ese estado de resiliencia es aquel que ofrece al niño, niña o adolescente un entorno seguro y de apoyo, pero también la presencia de alguien sincero que pueda poner límites claros. Estos límites son fundamentales para acompañarlos en su camino y ayudarles a desarrollarse de manera equilibrada.
Resiliencia para llevar mejor la enfermedad
Raquel, como psicóloga, colabora en la Cátedra de Actividad Física y Oncología de la Universitat Jaume I, impulsada por la Fundación José Soriano Ramos y la Fundación Le Cadó, al servicio de la sociedad de la provincia de Castellón.
Nos cuenta que, en el caso de las mujeres con cáncer de mama, cada vez más jóvenes, analizaban los beneficios de la actividad física, pero pronto observaron algo más profundo: el simple hecho de reunirse, hacer ejercicio juntas y compartir ese espacio generaba una disminución significativa de la ansiedad y un aumento notable de la autoestima.
Se convirtió en un auténtico grupo de apoyo, con un fuerte sentido de pertenencia. Entre ellas se entienden, se escuchan y se sienten comprendidas. Para muchas, este espacio es un refugio: desde que participan, se sienten más acompañadas, más queridas y profundamente empoderadas.
Evaluamos también los beneficios psicoemocionales de formar parte de estos grupos, que actúan como apoyos resilientes y contribuyen directamente a mejorar su calidad de vida.
Resiliencia y neurodiversidad
La resiliencia también puede medirse. Para ello utilizamos una escala que nos permite identificar en qué dimensiones específicas se encuentra cada persona: autoestima, propósito de futuro, introspección emocional o capacidad de resolución de problemas. Además, evaluamos el apoyo que perciben en casa, en el colegio y entre iguales. De esta manera podemos determinar qué tipo de intervención necesita cada niño o niña y ajustar el acompañamiento a sus necesidades reales.
La resiliencia puede trabajarse tanto a nivel preventivo como a nivel de intervención. Si se ha entrenado previamente, cuando en algún momento sea necesario activar ese estado resiliente, la persona estará más preparada para afrontar un posible evento traumático.
Raquel también nos recuerda que resiliencia no significa “estar bien todo el tiempo”. A veces estar mal es necesario. Las adversidades forman parte de la vida y es importante comprender que la tristeza es una emoción valiosa, una de las grandes maestras que nos ayuda a conocernos mejor. Muchas de las dificultades que atravesamos nos permiten descubrir quiénes somos; por eso debemos acompañar y guiar a los niños en su tristeza.
Aprender a estar triste, aunque resulte incómodo, es un ejercicio profundo de introspección que forma parte del crecimiento personal.


